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Algunos recordaréis que en Marzo del 2014 se anunció a bombo y platillo que un equipo de astrónomos había detectado por primera vez ondas gravitacionales gracias al radio telescopio BICEP2, situado en el Polo Sur. El descubrimiento fue considerado por muchos la noticia científica del año, pero recién empezado el 2015 tuvo que ser desmentida.

Vaya chasco nos llevamos! Resulta que el hallazgo podia ser un error debido al ruido que genera en las medidas el polvo galáctico presente en la Vía Láctea (leer: Desmentido el descubrimiento de las ondas gravitacionales).

Pero ya avisábamos entonces que el tema seguiría dando de si, y durante los últimos meses hemos asistido a un sinfín de rumores sobre revolucionarios datos, seguidos de desmentidos posteriores.

Sin embargo, parece que el culebrón va a tener su ansiada secuela muy pronto. Lo que se sabe de momento, es que mañana (jueves 11 de febrero) a las 16:30 horas españolas un equipo de físicos norteamericanos revelarán sus últimos datos obtenidos mediante un observatorio llamado LIGO. Pero si los rumores son ciertos, los datos presentados demostrarán de manera inequívoca la primera detección experimental de ondas gravitacionales.

Para seguir el evento en directo, seguir el siguiente enlace a la web de NATURE: LIGO en directo.

Una larga búsqueda

La búsqueda de las ondas gravitacionales se remonta a hace justo un siglo, cuando Albert Einstein presentó su teoría de la relatividad general La teoría de la relatividad cumple 100 años). Según dicha teoría, las ondas gravitacionales explican de que manera las masas afectan a la geometría de nuestro universo.
Debido a su influencia, el tejido del espacio-tiempo se curva alrededor de los objetos muy masivos, modificando la trayectoria de las otras masas que pasan cerca.

fxbHnLPara entenderlo, mirad la imagen de la derecha. En ella se puede ver una superficie curvada por la presencia de un objeto muy masivo (Sol) y de que manera dicha curvatura modifica la trayectoria de una masa más pequeña (Tierra). Hay que tener en cuenta, sin embargo, que esta imagen es una simplificación de lo que sucede en la realidad, pues en vez de la superficie bidimensional el universo tiene una estructura cuatridimensional (tres dimensiones espaciales y una temporal).

Hasta aquí todo bien, ¿no? Pues el problema es que dichas ondas son muy difíciles de detectar desde la Tierra.

Para hacerlo, hay que buscar el rastro de grandes cataclismos astronómicos como el estallido de una estrella al final de su vida o la colisión entre dos agujeros negros. Las ondas gravitacionales provenientes de un evento tan violento viajan a través del Universo casi sin oposición, creando ondulaciones a largas distancias, igual que las ondas creadas por una piedra en un lago.

Sin embargo, su tamaño al llegar a la Tierra es de una magnitud tan pequeña (sólo de una millonésima parte del tamaño de un átomo) que son extremadamente difíciles de detectar.

Para ello se construyó el observatorio Advanced LIGO, acrónimo de Advanced Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory. El observatorio tiene detectores en Washington y en Louisiana diseñados para intentar detectar los efectos del paso de una onda gravitacional sobre dos sistemas inteferométricos de dos y cuatro kilómetros respectivamente.

Según las informaciones que circulan en estos momentos, parecería que las ondas detectadas provendrían de dos gigantescos agujeros negros (29 y 36 veces más masivos que el Sol) que colisionaron y se convirtieron en un único agujero negro 62 veces más masivo que el Sol.
Si os habéis parado a hacer las cuentas habréis notado que en la colisión han desaparecido 3 masas como la del Sol. Pues bien, esta masa desaparecida se convirtió en energía y fue despedida al espacio creando las ondas gravitacionales que el observatorio LIGO habría detectado.

¿Fascinante no?

“Estamos muy emocionados. El rumor es que es una señal enorme, en otras palabras, que es inequívoca, y esto es fantástico”, explica Pedro Ferreira, profesor de astrofísica de la Universidad de Oxford.

Mañana veremos si los rumores son ciertos y, de ser así, aún harán falta muchos más tests para verificar los datos. Pero los que sí está claro es que nuestro cerco a uno de los grandes enigmas de la física moderna se está cerrando. ¿Hasta cuando podrán seguir escapándose las ondas gravitacionales?

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