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Reflotan el ‘Maud’, el navío del explorador noruego Amundsen

Roald Amundsen tenía un sueño: desentrañar los misterios de los polos. El explorador noruego dirigió la expedición a la Antártida que por primera vez alcanzó el Polo Sur (1911), fue el primero en surcar el Paso del Noroeste, que unía el Atlántico con el Pacífico (1903), y formó parte de la primera expedición aérea que sobrevoló el Polo Norte (1925).

Para ello, Amundsen usó veleros, trineos tirados por perros groenlandeses, aviones e, incluso, dirigibles. De entre todos esos medios de transporte, destaca el Maud, un impresionante navío de más de 35 metros diseñado y construido para conquistar el hielo!

El 17 de Junio de 1917, el Maud conoció por primera vez el mar, en el sur de Noruega. Durante el bautizo, en vez de romper la protocolaria botella de vino o champagne contra el casco, Amundsen estrelló un pedazo de hielo.

“No es mi intención deshonrar la gloriosa uva, pero ya te toca conocer el sabor de tu medio natural”, dijo Amundsen al lanzar el hielo contra el Maud. “Para el hielo has sido construido y en el hielo debes pasar la mayor parte de tu vida”.

Y tenía razón. El velero ha permanecido 86 años sumido en su silenciosa tumba de mar helado en Cambridge Bay, una aldea sin carreteras en una remota isla ártica del norte de Canadá. Ahí embarrancó en 1926 para terminar hundiéndose en 1930.

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El Maud atascado en el hielo en 1923. Imagen: AP Photo / Gtres

Ahora, un equipo de ingenieros y buzos amateurs han conseguido rescatar los restos del Maud para que pueda ser llevado a un museo en Noruega. La operación ha sido liderada por Jan Wanggaard, un artista noruego experto en la construcción de barcos Vikingos.

Para reflotar el buque se han necesitado cinco veranos de trabajando duro, pues sólo entre julio y septiembre el hielo se derrite permitiendo el acceso al fondo marino. Primero, buzos descendieron hasta los restos del Maud y colocaron grandes bolsas de aire debajo suyo. La fuerza de ascenso de las bolsas empujaron al buque para que subiera lentamente hasta la superficie.

Seguidamente, montaron al Maud a una barcaza y le extrajeron toneladas de barro acumulado en las cámaras interiores. Una vez limpio, la belleza del navío apareció de nuevo en todo su esplendor. Las bajas temperaturas del agua en esa zona evitan que los microbios vivan lo suficiente para devorar la madera de roble, de manera que se ha mantenido casi intacto durante todos esos años.

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El Maud reflotado y libre de barro sigue mostrando su imponente belleza. Imágenes: Jan Wanggaard / Maud Returns Home

Ahora el Maud está secándose para que su peso se reduzca un poco más y pueda ser trasladado a Noruega, en una travesía que llevará al menos dos veranos más. “Para mi es un barco muy muy bien construido”, asegura Wanggaard. “Es el resultado de 2000 años de experiencia en fabricación naval Noruega”.

La realidad es que el navío de Amundsen ha logrado burlar al tiempo y ahora nos recuerda, imponente,  que hace cien años hubo un grupo de exploradores que dedicaron sus vidas a épicos viajes por las tierras más inhóspitas de nuestro planeta.

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