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La sonda espacial OSIRIS-REx fue lanzada con éxito esta pasada media noche desde Cabo Cañaveral (Florida). El nombre de OSIRIS-REx es el acrónimo de Origins, Spectral Interpretation, Resource Identification, Security-Regolith Explorer, que suena muy cool pero no ayuda casi nada a aclarar cual es su misión.

Pero tranquilos, que para esto estamos aquí.

El objetivo de la misión OSIRIS-REx es llegar hasta al asteroide Bennu, a más de dos millones de kilómetros de distancia, analizar sus características, acercarse suavemente a su superficie, tomar una muestra del polvo y pequeñas rocas que se encuentran ahí y volver a la Tierra para que la muestra pueda ser analizada.

Todo esto suena a película de ciencia ficción, pero falta Bruce Willis. Sin embargo, puede que tengamos que llamarlo pronto, pues según he podido leer por ahí, este asteroide podría colisionar con la Tierra y causar una hecatombe sin precedentes.

¡Oh, dios mío! ¿Y qué vamos a hacer?

Primero de todo relajarnos y recordar que muchos periodistas y escritores de blogs tienden a exagerar al escribir noticias de ciencia, ya sea para llamar la atención o por puro desconocimiento (que no sé que es peor).

Bennu

Tamaño del asteroide Bennu comparado con el Empire State y la Torre Eiffel. Imagen: Universidad de Arizona

La realidad es que Bennu es un asteroide que orbita alrededor del Sol cada 436,6 días y que pasa muy cerca de la Tierra en cada órbita. Tiene una masa de más de seis millones de toneladas y un diámetro máximo de casi 510 metros, mayor que la altura del Empire State (ver figura). Por ahora sabemos que la mínima distancia a la que se acerca a la Tierra es de 482.000 kilómetros, mayor que la distancia que nos separa de la Luna, por lo que no habría peligro real de colisión.

Sin embargo, estudios recientes han simulado su dinámica orbital a largo plazo y han estimado que dicha distancia podría reducirse en el próximo siglo. Según una investigación del Jet Propulsión Laboratory (California), habría una posibilidad sobre 2.700 de que el asteroide Bannu impactara con la Tierra entre los años 2175 y 2196 (ver artículo).

Esto significa que las probabilidades de colisión durante el próximo siglo son realmente bajas (0,037%). Además, en caso de que finalmente sucediera, habrían consecuencias a pequeña escala pero el tamaño del asteroide no sería suficiente para propiciar una extinción masiva o poner en riesgo la integridad de nuestro planeta. “No estamos hablando de un asteroide que pudiera destruir la Tierra”, explica Dante Lauretta, investigador principal de la misión OSIRIS-REx en la Universidad de Arizona. Para poner un poco de perspectiva, se cree que el asteroide que provocó la extinción de los dinosaurios medía unos 10 kilómetros, 20 veces más que Bennu.

Entonces, ¿llamamos a Bruce o no lo llamamos? Pues yo diría que mejor no, pero habrá que tener su teléfono a mano por si a caso. No podemos olvidar que, más allá de Bennu, se estima que hay una gran cantidad de asteroides próximos a la Tierra y menores de un kilómetro de diámetro sin detectar. Los dados, amigos, están echados hace tiempo…

La misión OSIRIS-REx

Pero volvamos a la sonda que fue lanzada ayer. Durante el primer año, OSIRIS-REx no irá hacia al asteroide Bennu, sinó que dará una vuelta alrededor del Sol y volverá a pasar muy cerca de la Tierra, en una maniobra llamada “asistencia gravitatoria”. Este tipo de maniobras se diseñan para que una nave espacial gane velocidad usando la fuerza gravitatoria y la cantidad de movimiento de un planeta masivo.

Si todo va según lo previsto, la sonda alcanzará a Bennu en agosto del año 2018. Entonces, orbitará el asteroide durante varios meses, tomando fotografías y cartografiando su superficie. Después empezará a prepararse para la etapa más crítica de la misión, la recogida de una muestra de su superficie. Para ello tendrá que localizar el lugar óptimo y analizar las diferentes contingencias con las que se podría encontrar.

Finalmente, alrededor de julio del 2020, la sonda extenderá un brazo mecánico de más de tres metros de largo, se acercará lentamente al asteroide y hará contacto con su superficie durante unos cinco segundos. Durante estos segundos, un chorro de gas nitrógeno a alta presión levantará polvo y pequeñas rocas, para que una parte quede almacenada en el interior de una cápsula. “Es, básicamente, un aspirador espacial”, explica Lauretta.

En marzo de 2021, la posición relativa de Bennu y la Tierra será la adecuada para que la OSIRIS-REx abandone el asteroide y emprenda el regreso a casa. Llegará en septiembre del año 2023, pero no creáis que la última etapa de la misión será fácil. La sonda lanzará la pequeña cápsula, con la muestra de polvo y roca en su interior, y se alejará para no volver. Por su lado, la cápsula se precipitará hacia la atmósfera terrestre a más de 12 kilómetros por segundo, protegida por un escudo térmico. A unos tres kilómetros sobre la superficie terrestre, se desplegará un paracaídas que permitirá que la cápsula aterrice suavemente en el desierto de Utah.

Una vez acabe la misión, decenas de científicos en todo el mundo analizarán las muestras extraídas de la superficie de Bannu. Si las predicciones son ciertas, se espera que el cometa sea rico en Carbono, por lo que se podrían detectar moléculas orgánicas volátiles y aminoácidos que podrían ser precursores de la vida en la Tierra.

En el siguiente vídeo se puede ver una espectacular animación con los principales hitos de la misión OSIRIS-REx:

Japón lo intentó antes

No hay duda de que la misión OSIRIS-REx es ambiciosa y aportará valiosa información para conocer mejor la composición de los asteroides y la formación de los primeros cuerpos del sistema solar. Sin embargo, merece la pena recordar que no es la primera vez que una sonda espacial retorna muestras de un asteroide.

En el año 2003 la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) lanzó la sonda Hayabusa, que llegó al asteroide Itokawa en 2005. Ahí, la sonda intentó varias veces una maniobra similar a la que usará la sonda OSIRIS-REx para recoger una muestra de la superficie del asteroide. Durante el último intento, la nave perdió comunicaciones con la Tierra y se estrelló contra el asteroide, quedando seriamente dañada. Sin embargo, la sonda accidentada logró emprender el viaje de vuelta a casa y cuando llegó, en 2010, los científicos encontraron una inesperada carga de polvo y arena. ¡La misión había sido un éxito!

Siguiendo esta misión, la JAXA lanzó la sonda Hayabusa 2 en 2014. Su objetivo es el asteroide Ryugu, y si todo va bien recogerá material en 2018 y volverá con el en 2020. Así, ahora mismo hay dos misiones muy similares a dos asteroides diferentes que podrán dar datos complementarios a los investigadores.

“La sonda japonesa llegará a Ryugu más o menos un año antes que la OSIRIS-Rex a Bennu, por lo que quiero saber qué pasará cuando toque el asteroide”, dice Lauretta. “Esta es la parte más desconocida y peligrosa para OSIRIS-REx , por lo que queremos entender cómo es la superficie cuando la tocas”.

Esperemos que las dos misiones puedan lograr sus objetivos y que en unos años tengamos en la Tierra esas muestras de asteroides, remanentes de un universo antiguo con muchos secretos que desvelar. Quién sabe si hallaremos ahí pistas que confirmen que la vida pudo viajar entre planetas a bordo de asteroides y cometas, como si de ferrocarriles interplanetarios se trataran.

Con cada nuevo paso que damos en la exploración del cosmos, nuevas preguntas nos asaltan. ¡Viva la ciencia!

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