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Hace un año estaba viviendo en Cairns, una ciudad costera en el noroeste de Australia. Cairns es famosa por estar sólo a una hora en barco de la Gran Barrera de Coral, y por esto mismo llegué yo ahí. Trabajé varios meses para una compañía de buceo y acabé conociendo algunos arrecifes mejor que la palma de mi mano.

La experiencia fue tan impresionante que aún ahora me descubro muy a menudo soñando que estoy bajo esas aguas llenas de vida y color. A veces sigo a una tranquila tortuga marina en su búsqueda de comida, otras veces me acerco a una anémona para saludar a una familia de pez payaso, de vez en cuanto me maravillo con la elegancia de los tiburones de puntas blancas…

Hoy las noticias me llevan de nuevo ahí, pero el sueño esta vez tiene tintes de pesadilla. Científicos australianos han informado de la muerte de cerca del 35% del coral de las zonas norte y centro de la Gran Barrera de Coral debido al cambio climático.

“Hemos visto que una media del 35% de los corales ha muerto o está moribundo en 84 áreas de las secciones norte y centro de la Gran Barrera de Coral”, ha afirmado Terry Hughes, jefe del ARC Centre of Excellence for Coral Reef Studies. Hughes ha indicado que esta “es la tercera vez en 18 años que la Gran Barrera experimenta un blanqueo masivo debido al calentamiento global, pero el de esta vez es más extremo que los que medimos antes”.

La Gran Barrera de Coral es la mayor estructura viva del planeta, compuesta por más de 2.900 arrecifes y 900 islas a lo largo de una área de aproximadamente 344.400 kilómetros cuadrados. Alberga 400 tipos de coral, unas 1.500 especies de peces, 30 especies de ballenas y delfines, seis tipos de tortugas de mar, así como aves, moluscos e invertebrados de todo tipo.

Según un informe que la National Academy of Science dio a conocer en 2012, desde el año 1985 la Gran Barrera de Coral ha perdido más de la mitad de sus corales. Las principales causas de dicho deterioro son el calentamiento global, la polución de los mares, las especies invasoras y la pesca intensiva.

A mi ver imágenes como las que adjunto a continuación me llenan de tristeza. Supongo que es porque he estado ahí, porque amo esas aguas y los seres vivos que albergan. También supongo que para muchos la pérdida de algunos arrecifes coralinos no es un drama, sólo una cosa bonita menos en el mundo. Sin embargo, hay muchas más razones que la puramente estética por las que deberíamos proteger esta maravilla.

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Izquierda: Efecto del blanqueamiento en un coral de fuego. Derecha: Coral muerto. Fuente: Oceans Rock

Biodiversidad y fuente de datos

Los arrecifes coralinos son los ecosistemas más ricos de la Tierra. A pesar de cubrir menos del 0,1% de la superficie de los océanos del mundo, sustentan a más de una cuarta parte de todas las especies marinas. Pero, ¿qué los hace tan especiales?

Para empezar, la gran diversidad de vida marina en los arrecifes depende de complejas cadenas alimenticias. Todos sabemos que los grandes peces depredadores se comen a peces más pequeños, que, a su vez, comen organismos del zooplancton, y así sucesivamente. Sin embargo, el equilibrio de estas cadenas depende eventualmente de plantas, las productoras primarias de nutrientes. Y ahí es donde los arrecifes coralinos son tan interesantes: su productividad primaria es muy alta, llegando a producir una cantidad de biomasa enorme cada día.

Además, sus complejas estructuras coralinas proporcionan refugio a un sinfín de especies marinas. Muchos corales se asemejan a bosques con ramas puntiagudas, de manera que pequeños peces pueden refugiarse de los depredadores. Hay también algunos corales y anémonas que producen urticaria al contacto, por lo que son el escondite ideal de aquellos organismos resistentes a sus células urticantes.

Su función como barrera física de corrientes y olas es también de gran importancia. Al pasar las olas a través de las estructuras coralinas, su energía se reduce en un 75-95%, lo cual protege los lechos marinos y las orillas. La experiencia ha demostrado que en zonas en las que los arrecifes coralinos se han deteriorado significativamente hay mayor riesgo de inundaciones por oleaje. La organización ecologista WWF estima que en 2010 se invirtieron en EEUU 10.700 millones de dólares para proteger zonas costeras por culpa de la degradación de las barreras coralinas naturales.

Los arrecifes coralinos son, además, una importantísima fuente de datos sobre los eventos climáticos sucedidos durante el último millón de años. El tamaño y densidad del esqueleto de carbonato de calcio de los corales duros (corales hermatípicos) depende de condiciones ambientales tales como la salinidad y temperatura del agua, el balance entre evaporación y precipitaciones, o las corrientes oceánicas. Como los esqueletos se van depositando a lo largo del tiempo, crean bandas de diferentes densidades que pueden ser usadas para determinar la edad del coral, igual que pasa con las líneas en los troncos de los árboles. Basándose en dichas densidades, los científicos pueden llevar un registro de grandes tormentas o conocer los efectos del hombre en las condiciones marinas.

Por todas estas razones, los arrecifes coralinos deben ser protegidos en todo el mundo. Son una fuente de belleza y vida tan descomunal que su pérdida sería irreparable. Me horroriza pensar que algún día tendré que explicarles a mis nietos que pasé algunos de los mejores meses de mi vida en un sitio mágico, del que ya sólo quedan vídeos y fotografías.

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