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Más muertos por selfies que por ataques de tiburón en 2015

Merecía la pena subir a esa escalera, un buen selfie junto al magnífico Taj Mahal lograría varios centenares de likes en Facebook. Un poco más arriba, que se nos vea bien a los dos y…

Era el pasado 18 de Septiembre y en ese triste percance un turista japonés perdió la vida al caer por una escalera junto a la puerta del mausoleo indio. El compañero que se había subido con él también cayó, pero sólo se fracturó una pierna.

Este desgraciado accidente aumenta hasta 12 el número de personas que han muerto realizándose un selfie este 2015. Para ponerlo en perspectiva es interesante mencionar que sólo se han contabilizado ocho muertes por ataques de tiburon en lo que llevamos de año.

La moda de los selfies es, en mi opinión, una manifestación más de la obsesión de mucha gente por mostrar al mundo (bueno, a esa minúscula parcela del mundo que son las redes sociales) la propia imagen idealizada de nosotros mismos, el hedonismo del nuevo siglo.

Una copa de vino mientras se pone el Sol, un concierto, cada pequeño detalle de las vacaciones,… parece mucho más importante mostrar lo que se hace que disfrutar con plenitud de ello.

Así, en los últimos años cada vez más personas han sufrido accidentes al fotografiarse conduciendo una moto o trepando montañas y edificios. Y es que los números hablan por si solos: de las 12 víctimas del selfie de este año, cuatro han muerto por caídas, tres por atropello de tren y tres más en accidentes de tráfico.

Además, un hombre de 32 años murió el pasado Agosto en España al tratar de gravarse junto a un toro en el tradicional encierro de Villaseca de la Sagra (Toledo) y otro hombre, de 50 años, falleció ese mismo mes al ser alcanzado su palo selfie por un rayo en el sur de Gales.

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Ante esta situación, el gobierno ruso ha confeccionado una serie de avisos para prevenir la creciente tendencia a ponerse en peligro para lograr una foto. Quieren evitar la proliferación de los “roofers”, un grupo de jóvenes que se juegan la vida trepando altos edificios para hacerse selfies que suelen convertirse en virales en internet.

En Moscú, hace unos meses una mujer casi muere al dispararse en la cabeza mientras se hacía un selfie apuntándose con una pistola. “Antes de hacerse un selfie, todo el mundo debería pensar sobre el hecho de que perseguir un gran número de “likes” puede llevar a alguien a un viaje hacia la muerte, y su foto extrema podría pasar a ser póstuma,” avisa Yelena Alexeyeva, una auxiliar del ministerio del interior ruso que ha colaborado en la campaña de prevención.

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Por otra parte, el gobierno del Colorado ha decidido cerrar un parque natural por la cantidad de gente que se hacía selfies con los osos. “La situación actual no es adecuada para la seguridad de nuestros visitantes ni para el bienestar de la vida salvaje,” declara Brandon Ransom, manager del parque Waterton Canyon.

Yo no quiero frivolizar ni caer en tópicos facilones. Está claro que uno puede sufrir un accidente haciendo cualquier cosa y que 12 muertos en nueve meses no es una cifra para escandalizar a nadie.

Pero la noticia me reafirma en una sensación que tuve durante los pasados meses mientras vivía en la costa este de Australia. Entre los turistas hedonistas que sólo buscan tener fotos y más fotos de su cara en cualquier parte y los tiburones que nadan tranquilamente por la gran barrera de coral, me quedo con los segundos. Y no solo por el 12 a 8…

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