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En cinco días hay elecciones en España y me ha parecido interesante hablar un poco sobre las implicaciones prácticas del voto en blanco, el voto nulo y la abstención.

Es un tema delicado. Primero porque, a pesar de que no es difícil de entender, llevo muchos años oyendo extrañas teorías que no responden a la realidad. Pero además porque a las consideraciones meramente técnicas se le suman otras de tipo moral, del estilo “si votas en blanco estás dando legitimidad al sistema” o “los que se abstienen no se pueden quejar porque no han ejercido su derecho a voto”.

Yo no voy a meterme en este jardín. Sobretodo porque si lo hiciera me acabaría yendo por las ramas y el título del post terminaría siendo algo tipo: “Le llaman democracia y no lo es”. Así que lo único que pretendo aquí es clarificar el efecto práctico de los diferentes tipos de votos, para que el domingo tengamos más claro lo que estamos haciendo.

Para simplificarlo un poco, primero hablaré de lo que sucede en España, donde actualmente está vigente la Ley Orgánica del Régimen Electoral General (para más información sobre la “fórmula d’Hondt” seguir el link). Al final del post explicaré las variaciones que hay para los sistemas electorales de Colombia, México y Argentina.

Voto en blanco

En España se considera voto en blanco todo aquel que:

  • No contenga ninguna papeleta.
  • No contenga indicación a favor de ningún candidato (en el caso que haya que elegir de una lista, como en las elecciones al Senado).

El voto en blanco se contabiliza como un voto que no suma a ningún partido pero que cuenta a la hora de calcular el número total de votos válidos, por lo que acaba formando parte de la participación. Por tanto, la idea que algunos tienen de que el voto en blanco se suma a la candidatura ganadora no es cierta, simplemente se contabilizan a parte.

Para poner números reales, en las últimas elecciones generales españolas (20 de noviembre del 2011) se contabilizaron un total de 333.461 votos en blanco, un 1,37% de los votos válidos.

Socialmente se considera que el voto en blanco es la mejor manera de dejar claro que no te satisface ninguna de las propuestas pero que sí estás de acuerdo con el sistema electoral. Para muchos es un voto de castigo, una forma de decirle a los diferentes partidos que no estás contento con ellos.

Sin embargo, la realidad es que el supuesto castigo que infringe un voto en blanco no se reparte de manera equitativa entre todos los partidos. Al revés de lo que podría esperarse, los partidos minoritarios salen mucho más perjudicados que el que está en el gobierno.

Esto sucede porque en nuestro sistema actual existe un umbral porcentual mínimo para conseguir representación, y los votos en blanco lo que hacen es aumentar los votos que necesita cada partido para superar dicho umbral. En las elecciones generales un partido necesita el 3% del total de votos válidos para obtener representación, mientras que en los comicios locales este umbral sube hasta el 5%.

Para que se entienda siempre es bueno usar números fáciles. Supongamos que en unas elecciones concretas el umbral está en el 5% del total de votos válidos. Esto significa que si se contabilizan un total de 100.000 votos válidos, un partido necesita tener un mínimo de 5.000 votos para tener representación. Pero, ¿qué pasa si a esos 100.000 votos válidos le añadimos 1.000 votos en blanco?

Como ya hemos dicho, los votos en blanco son considerados como votos válidos, de manera que ahora el total de votos válidos son 101.000 y el 5% es ahora 5.050. Esto quiere decir que si un partido tenía sólo 5.030 votos, los 1.000 votos en blanco que hemos añadido han hecho que pasara de tener representación a no tenerla.

Lo realmente importante es darse cuenta que este efecto se va haciendo cada vez menos importante cuantos más votos tiene un partido, de manera que el castigo del voto en blanco sobre los partidos mayoritarios es casi nulo.

Para abordar dicha situación, en España se ha constituido un movimiento llamado “Ciudadanos en Blanco” que defiende el cómputo de estos sufragios en el reparto de escaños. Si esto sucediera quedarían vacíos los escaños relativos a los votos en blanco.

Otra pregunta interesante es: ¿Qué sucedería si en unas elecciones ganara el voto en blanco? Pues aunque parezca mentira, en España no pasaría nada. Simplemente ganaría el que más votos hubiera obtenido. Sin embargo en otros países (leer Colombia más abajo) las consecuencias serían mucho más importantes.

Escribiendo esto me acuerdo de una novela del gran José Saramago llamada “Ensayo sobre la lucidez”. El punto de partida son unas elecciones en las que la mayoría elige votar en blanco. En la novela la reacción de la clase política ante dicha revolución pacífica es el autoritarismo y la represión. Y algunos dirán que es sólo eso, una novela, pero recuerdo vívidamente que la terminé con la sensación de haber estado leyendo un libro de historia.

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Voto nulo

En España se declara voto nulo a aquel que:

  • No contenga el sobre o la papeleta oficial.
  • Contenga más de una papeleta de distintas candidaturas.
  • Contenga una papeleta alterada (nombres modificados o tachados, inclusión de lemas,…).

El voto nulo no se contabiliza como voto válido, de manera que no se tiene en cuenta a la hora de calcular la representación de los partidos. Lo que toca desmentir aquí es que el voto nulo afecte al partido en el gobierno (o, como mínimo, que afecte más que la abstención).

En las pasadas elecciones generales españolas (20 de noviembre del 2011) se contabilizaron un total de 317.555 votos nulos, un 1,29% de los votos emitidos.

A nivel práctico, los votos nulos no afectan ni perjudican a ningún partido porque no son considerados válidos. Simplemente se cuentan y se da fe de su cantidad al final del escrutinio.

Abstención

La abstención es el acto mediante el cual un votante no ejerce su derecho a voto. El problema es que es una acción difícil de catalogar pues reúne casuísticas muy diversas.

En efecto, para algunos la abstención es un acto de protesta activa, una manera de demostrar que no sólo no creen en los partidos que se presentan sin que tampoco están de acuerdo con el sistema electoral o político en general. La paradoja podría ser que muchas personas deciden no votar para quejarse de la poca representatividad del sistema.

Sin embargo, muchos otros se abstienen simplemente porque no les apetece votar o porque no están interesados en la política.

En España los valores de abstención son significativamente altos. Por ejemplo, en las últimas elecciones generales españolas (20 de noviembre del 2011) un total de 11.113.050 personas con derecho a voto se abstuvieron, suponiendo un 31,06% del censo. ¡¡Más de once millones de personas!!

A nivel práctico la abstención no afecta en nada a los resultados de los partidos. Sin embargo, muchas personas creen que si su porcentaje aumenta y aumenta se debería poner en duda la legitimidad del sistema o, como mínimo, de esas elecciones concretas. Pero aunque parezca imposible, actualmente en España no está previsto que abstenciones superiores al 50% afecten de ninguna forma al resultado. Al igual que pasa con los votos en blanco, simplemente importa el ganador de entre los votos a las candidaturas.

Lo que es interesante es que la abstención afecta de manera radical al porcentaje de los votos de cada partido respecto al censo total. Estamos acostumbrados a que se nos den los resultados comparados con los votos válidos, pero podemos hacer un poco de matemáticas de las fáciles.

Una abstención de el 31.06% supone una participación del 68,94%. En España el actual presidente, Mariano Rajoy, obtuvo en 2011 un 44,63% de los votos válidos que le dieron la mayoría absoluta. Pero si consideramos el total del censo, en realidad sólo un 30,76% de las personas con derecho a voto lo eligieron. ¡No son ni un tercio! Y si lo comparamos con el total de los españoles da un 23,11%.

Ante estos números uno no puede más que sonrojarse cuando escucha al político de turno justificando sus decisiones sobre la base de que es lo que quieren la gran mayoría de los ciudadanos. Y aquí lo dejo, que he prometido dar información parcial y ya me estoy liando.

Colombia, México y Argentina

La principal diferencia de los sistemas electorales colombiano, mexicano y argentino con el español radica en el voto en blanco.

En el caso de Colombia, la reforma política del 2003 otorgó valor al voto en blanco de tal manera que si en unas elecciones éste supusiera más del 50% de los votos válidos los comicios deberían repetirse. En el caso de las elecciones unipersonales (gobernador, alcalde, presidente en primera vuelta), no podrían presentarse los mismos candidatos, mientras que en las elecciones a corporaciones públicas no se podrían presentar las listas que no hayan alcanzado el umbral mínimo de votación.

Además, el sistema electoral colombiano prevé una serie de prerrogativas que se da a los partidos y organizaciones sociales que participan como promotores del voto en blanco en las campañas electorales.

En cambio en México y en Argentina la situación es completamente opuesta pues el voto en blanco tiene la misma consideración que el voto nulo. Esto hace que en estos países no haya una alternativa efectiva que permita un voto de protesta contabilizado entre los votos válidos.

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